No obstante, pese a su alto contenido contaminante, no existe un plan para reciclar los elementos. Dicen que mucha gente retiene celulares al conocer que su descarte produce un gran daño al medio ambiente.

Computadoras, notebooks, teléfonos, celulares, televisores, pilas, lamparitas, lavarropas, heladeras y pequeños electrodomésticos, entre muchos otros objetos cotidianos en desuso, conforman un universo de » residuos electrónicos » con los que convivimos. Abandonados en rincones, cajones, bauleras o placares juntan polvo y preguntas: ¿Qué hacer con la primer compu que compramos? ¿A quién le damos ese lavarropas viejo? ¿Y el celular sin chip? De momento no existe un plan sistemático que permita reciclar este tipo de basura, así que probablemente termine formando parte de un relleno sanitario, en donde comienza un proceso de degradación perjudicial para el medio ambiente.

En función de lo que se vende en materia de electrónica y lo que se vuelve obsoleto, los especialistas calculan que anualmente se descartan 120.000 toneladas de desechos, de los que se recicla sólo el 5% . El promedio en el país es de 2,5 kilos de basura electrónica por año por habitante, mientras que en la Capital y el Gran Buenos Aires trepa hasta los 4 kilos promedio. Y si bien es verdad que no llega a los niveles de Estados Unidos y algunos países de Europa (en donde es de 20 y 15 kilos por persona por año respectivamente), el consumo en el país crece y con él la generación de este tipo de basura.

Pero las cifras pueden ser más alarmantes: «Hay que tener en cuenta que el 80% de los residuos electrónicos se generan en los hogares. Sólo conoceremos las toneladas definitivas cuando se haga separación de residuos en origen», aporta Sebastián Astorino, de Riesgolab, una empresa que asesora sobre gestión de residuos.

Por ejemplo, en Argentina hay 50 millones de celulares. «Se calcula que en 2010 se descartaron entre 10 y 12 millones. Entre un 30 y 35% fueron a parar a los rellenos sanitarios y el resto probablemente pasaron de mano en mano o están en cajones. La gente reconoce que generan un daño ecológico y se los queda», explica María Eugenia Testa, Directora de Unidad Política de Greenpeace.

«En la Ciudad todavía se disimula una situación que puede terminar siendo crítica, porque en las casas y en las oficinas hay una gran acumulación de electrónicos», explica Carlos Scimone, gerente de la Cámara Argentina de Máquinas de Oficinas, Comerciales y Afines. «En 2010 se vendieron un millón de televisores, es decir que la gente tiene que haber descartado a su vez los viejos televisores, sin embargo no los saca a la calle, ni los dona. En Alemania, Austria y Suecia se recicla más del 60% de lo que se descarta», detalla.

Además, la industria y el marketing colaboran con la renovación de electrónicos. Entre otras cosas recurren a diseños con obsolescencia programada : productos que serán utilizados por un período de tiempo específico. Algunos le dicen «diseño para el basurero».

«La ecología tiene sus costos. Si no convencemos a la gente por lo ecológico, hay que hacerlo por los beneficios económicos», opina, pragmático, Gustavo Fernández Protomastro, biólogo y director de la consultora Escrap. «Un ejemplo: los envases de cerveza. Si los supermercados y los almacenes no nos pagaran por devolverlos, habría depósitos de botellas vacías en las casas. Si funciona con la cerveza, por qué no con otras cosas. En el Personal Fest logramos que la gente cambiara 2.000 celulares viejos por remeras», cuenta.

De momento sólo existen campañas aisladas y de empresas privadas para reutilizar y reciclar artefactos. A nivel nacional tiene media sanción del Senado una ley que promueve el compromiso de los fabricantes de objetos electrónicos (tanto de compañías productoras como importadoras) en la gestión post-consumo. Una vez que el aparato cumplió su ciclo, las empresas tendrían que recuperarlo para reciclarlo. Y el proyecto prevé que les den incentivos de distintos tipos a los usuarios por los viejos equipos. Las empresas tendrían que cumplir objetivos para sacar los aparatos del mercado e impulsar programas para recuperarlos.

Mientras, en la Ciudad no hay proyectos para mitigar el envío de basura electrónica al relleno sanitario de la Ceamse. Por un lado sigue sin reglamentarse una ley, que fue votada en 2008, que obliga a la Comuna a deshacerse de los rezagos electrónicos propios, que se acumulan en los depósitos y subsuelos de las reparticiones. Diego Santilli, el Ministro de Ambiente y Espacio Público, no pudo precisar qué cantidad de aparatos sin uso posee la Ciudad. Pero enfatizó que el Jefe de Gobierno reglamentará la ley en «cualquier momento». Por otro lado, los nuevos pliegos de la basura tampoco contemplan una recolección diferenciada de residuos tecnológicos. Es decir que al no fomentarse el reciclaje la meta «Basura Cero» está cada vez más lejana.

El affaire que en 2008 protagonizó la Comuna con las pilas también mostró que las acciones aisladas pueden terminar siendo un problema más que una solución: a través de los CGPC se recolectaron 10 toneladas de pilas viejas para ser depositadas en un relleno para residuos peligrosos, pero fueron rechazadas primero por Córdoba y luego en Campana. Finalmente las diez toneladas de pilas, que aún están en la Ciudad, serán exportadas por Duracell y Eveready a países con plantas procesadoras de este tipo de residuos.

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