Juan Pablo Pérez se sentía cansado y había decidido cerrar Desechos Gráficos, taller que inició en su casa en 1982, cuando un amigo le había heredado una máquina que permitía recuperar el metal plata de los residuos fotográficos. Juan Pablo le dio la noticia a la familia y Gabriela, su hija menor, le hizo una pregunta que modificaría el destino de ambos. «Si me vengo a trabajar contigo, ¿seguirías?». Él le dijo que por supuesto y ella, que estaba en la mitad de la carrera de ingeniería civil industrial en la Universidad de Santiago, acomodó su vida académica, se cambió a un régimen vespertino, se asoció con su papá y se hizo cargo de la administración. Era el año 2005.

«Él fue uno de los pioneros en el tema del medioambiente en Chile. Empezó con una persona, atendiendo a empresas como Copesa, a las mayores imprentas y fotomecánicas de Santiago, hospitales y centros radiológicos. Yo le había tomado cariño a lo que hacía, porque siempre lo había visto trabajar en la casa, y cuando niña le embolsaba el metal que después vendía a los joyeros. Cuando mi padre dijo ‘hasta aquí nomás llego’, fue porque había aumentado mucho el trabajo administrativo producto de las nuevas regulaciones ambientales», cuenta Gabriela (28), hoy convertida en gerente general de Degraf, que de taller de recuperación de residuos fotográficos se transformó en una empresa de reciclaje de equipos electrónicos que al año factura unos 450 millones de pesos y da empleo a unas veinte personas.

Tú le dices a tu papá ‘yo me involucro en el negocio’ y te vas a la jornada vespertina, ¿cómo fue ese cambio? Fue un golpe bien grande. En la jornada diurna uno tiene sus compañeros, dispone de los viernes en la tarde, tienes toda una vida armada, y te vas a un mundo en que la mayoría es gente adulta, de entre 30 y 40 años y hasta de 50, con sus familias, sus responsabilidades. Fue un cambio brusco, pero creo que es de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Antes de decidirlo, ¿tenías otra idea de lo que ibas a hacer cuando egresaras? Siempre pensé en hacer algo con el tema del medioambiente y sabía que ingeniería civil industrial me iba a permitir armar una empresa, tener una visión global y aplicarla. Entonces, si ya tenía este paso adelantado con el taller que había formado mi papá, dije ‘me la voy a jugar’. Él no es profesional, se ha formado con la vida y en este tiempo me ha entregado muchas enseñanzas: que hay que ser riguroso, que el trabajo se hace bien, que las cosas son derechas. Eso ha sido muy gratificante para mí. La transición Cuando Gabriela se asoció con su padre inmediatamente tuvo claro que el negocio debía cambiar de giro. «Nos dimos cuenta de que la gente iba a dejar de sacar fotos con películas y que también se iban a terminar las radiografías. Vimos que ese negocio se iba a acabar, no sabíamos cuándo, pero iba a suceder, entonces planifiqué el cierre. Empezamos el proceso el año 2007 y lo concluimos en 2010».

El mismo 2007 presentaron la declaración de impacto ambiental ante la Comisión Nacional del Medio Ambiente para instalar la actual planta de reciclaje de equipos electrónicos. El trámite duró once meses. «Fue bien desgastante. Adquirimos un sitio de 2 mil 400 metros cuadrados donde iba a funcionar este proyecto, con un galpón de mil metros cuadrados, pero mientras no se aprobara no podíamos empezar. El año 2008, cuando todavía no nos respondían y llevábamos un año a pérdida, dijimos ‘hasta aquí llegamos, veamos qué otra cosa podemos hacer’. Arrendamos el galpón, pero la empresa a la que se lo arrendamos cometió una estafa, y nos tuvimos que hacer cargo de la propiedad. Retomamos el tema un poco obligados por esa circunstancia y también porque los clientes nos decían ‘cómo pueden dejar esto; queremos trabajar con ustedes’. Entre medio obtuvimos la autorización».

Sony, HP, NCR, Canon y Samsung están entre sus principales clientes. Estas empresas les entregan sus residuos y Degraf les cobra por recibirlos y les garantiza su destrucción. Además, reciclan los metales y plásticos. «También les aseguramos que los residuos peligrosos se van a un destino autorizado». Desde el año 2009 son representantes exclusivos en Chile de SIMS Recycling Solutions, empresa estadounidense a la que le venden gran parte de los materiales reciclables.

Hace un rato decías que habías aprendido mucho de tu papá en este nuevo vínculo, ¿qué crees que él ha aprendido de ti? Él está muy orgulloso de la forma en que yo trabajo. Cuando redacto una carta, un documento, una apelación, dice ‘esto es lo que yo quería; un escrito sin errores, impecable. Lo mejor…’. Siempre pensé en apoyarlo porque lo vi trabajar tanto. La idea es poder darle la tranquilidad de que el taller que formó en 1982 hoy es una empresa consolidada, que está en buenas manos».

Fuente:    http://mujer.latercera.com/2011/08/28/01/contenido/22_2645_9.shtml